La persecución en contra de Wikileaks abre el debate acerca del gobierno de internet y plantea preguntas acerca del tipo de red que tendremos en el futuro: una abierta o una manejada por instituciones gubernamentales.
Por Carolina Botero y María Juliana Soto
“Esa noche no cerré los ojos” contó un amigo después de ver un video por Internet que mostraba la masacre perpetrada por militares de EEUU contra civiles en Iraq. Las imágenes fueron distribuidas por Wikileaks hace ya varios meses y significaron el primer revolcón para EEUU por cuenta de este medio. Más allá del horror y el desprecio que produce el video, la idea de que era algo revelado, que aparece como las imágenes de una foto mientras están sumergidas en el químico revelador de un cuarto oscuro, como por arte de magia, constituye una poderosa metáfora de lo que Wikileaks ha significado.
Wikileaks sería el químico revelador que aprovecha Internet para publicar material incómodo para la institucionalidad, de hecho es lo que afirma Julian Assange (cabeza principal de la organización) cuando indica que debemos empoderarnos de la tecnología y aprovecharla para revelar actuaciones, comportamientos y formas de proceder de los Estados en formas que antes eran imposibles (lo describe en “Conspiraciones estatales y terroristas”) y es precisamente eso lo que hace con Wikileaks.
Después de aquel fatídico 11 de septiembre cuando cayeron las Torres Gemelas, los EEUU se dieron cuenta de que tenían información que hubiera podido evitar el ataque, pero que estaba dispersa, y sólo su articulación podía haber servido a los servicios de inteligencia para imaginar lo que se planeaba. El sistema de cables fue una estrategia para compartir información entre agentes de ese país articulando y dando acceso a más de un millón de personas, entre ellas un soldado que filtro su contenido entregando los documentos a Wikileaks.
Wikileaks es un medio de comunicación que desde 2006 se presenta como organización sin ánimo de lucro que difunde por la red documentos originales de fuentes anónimas y filtraciones; su sitio dice que acepta material restringido o censurado por razones políticas, éticas, diplomáticas o de valor histórico; no distribuye rumores, opiniones o materiales que se encuentren ya en otros sitios públicos. Inicialmente se trataba de una verdadera arquitectura wiki, distribuida, descentralizada y en la que cualquiera podía editar el contenido. Pasó por una etapa de curaduría y presentación de información dentro de las líneas políticas profesadas por la organización y hoy, con la divulgación de los cables de la diplomacia americana, ha entrado en una fase en que hace una curaduría profesional, no revela los documentos en bruto, ni los dispone para libre edición. Los cables se publican a través del filtro de cinco periódicos de Europa y EEUU a los que Wikileaks entregó los más de doscientos mil documentos que había recibido, pero solo los que superan el filtro pasan a manos del público a través de sus páginas web y la de Wikileaks.
Con esta última estrategia, Wikileaks consigue sortear comentarios sobre irresponsabilidad en el manejo de información sensible, pues la vincula con la estructura tradicional de curaduría periodística y con ello queda bajo el manto de protección de sentencias que sobre estos temas ya existen. Este es el punto que más ha ocupado a la opinión pública y sobre el cual la incidencia será más evidente ya que se trata de la libertad de prensa y el derecho a la información. No es algo nuevo decir que con internet, con los blogs y con las redes sociales, se facilita que contenidos desarrollados por periodistas ciudadanos no sólo tengan mayor difusión sino también mayor número de productores y colaboradores. Somos testigos de que esta realidad potencia la voz de miles de personas que sin pretender ser periodistas dan su opinión, publican lo que consideran relevante y sin problemas lo comparten. Wikileaks demostró que a otra escala (de poder) es factible compartir algo que es de interés público. Más allá de si está bien o está mal compartir la información confidencial o secreta de los gobiernos, creemos que la discusión acerca del tema debe prestar atención sobre la idea de lo que significa un “mundo sin secretos” y preguntarse si fenómenos como éste están comenzando, quizá, a romper la estructura del Palacio de Cristal de Dostoievski y de Sloterdijk. Esto puede ser un tema ajeno para muchos pero tiene consecuencias trascendentales en las dinámicas de producción, colaboración y comprensión de la información.
Mucho menos comentado, y quizá más difícil de entender por sus tecnicismos, son los aspectos que ha evidenciado este caso en relación con la gobernabilidad de Internet y del manejo como tal de la red, lo que obliga a pensar también en formas de uso del poder.
Ante la irreverencia que las filtraciones significan y como formas de acallar a Wikileaks después de que el material de los cables fuera hecho público, se iniciaron una serie de ataques a través de la propia estructura de la red.
Una de las primeras situaciones que se presentaron consistió en que el DNS de Wikileaks dejó de funcionar, impidiendo a la gente llegar al contenido del sitio. El DNS o nombre de dominio (Domain Name Server) es el nombre de un sitio Web (wikileaks.com) que se asocia con una dirección IP (213.251.145.96) permitiendo ubicar la información del sitio concreto, aunque la información a su turno está alojada en un servidor determinado, que es diferente. Justo después de que se hicieran públicos los cables, el nombre de dominio de Wikileaks dejó de funcionar (si pedimos esta dirección el navegador responde que no está disponible) y, por tanto, desde entonces la única forma de acceder al sitio es la poco amigable dirección IP.
Inicialmente se habló de que ICANN, como administrador general de los DNS, había sido el responsable y con ello muchos vieron cómo se materializaba el temor respecto al riesgo de presión que puede sufrir una organización de un país determinado a cargo de los DNS. Sin embargo en este caso se explicó que el administrador de este dominio, en concreto EveryDNS, había decidido suspenderlo por la cantidad exagerada de demandas de acceso que suponían un ataque DDOS de desconocidos. El dominio sigue sin funcionar, por lo tanto la pregunta es si, a pesar del paso del tiempo, se mantiene la justificación técnica, y surgen también cuestionamientos sobre ¿de dónde provenían los ataques? O si ¿hay en este caso, efectivamente, presiones del gobierno de EEUU que no permiten su correcto funcionamiento?
De otra parte como el contenido debe estar alojado en un servidor, otra situación que enfrentaron fue la negación del servicio por su proveedor, lo que obligó a trastear la información e hizo surgir un primer movimiento de apoyo y solidaridad de quienes alrededor del globo ofrecían hospedar el material.
Ahora bien, incluso en otros ambientes no involucrados directamente, los inconvenientes continuaron. Algunos de los sitios que de una u otra forma difundían el contenido lo suspendieron alegando problemas o violaciones al reglamento o problemas técnicos (Twitter, Facebook), o reconociendo directamente presiones (el vicepresidente de EEUU llamó a Amazon). Otros como Mastercard o Visa suprimieron el recaudo para Wikileaks. Estas situaciones provocaron manifestaciones de apoyo que incluso llegaron a movilizar a hackers por el mundo que, a su turno, boicoteaban a quienes hubieran tomado partido en contra de Wikileaks.
Lo que ha sucedido con Wikileaks durante estas últimas semanas pone de manifiesto problemáticas del futuro de Internet:
La idea de que se puede acallar un medio en Internet utilizando la arquitectura de la red o las presiones, nos obliga a pensar sobre el ejercicio del poder en Internet ¿cómo garantizaremos la neutralidad o el derecho a que todos podamos expresarnos en la red?, ¿cómo calificamos la reacción de quienes se sintieron agredidos y legitimados en una respuesta vandálica?
Nos preguntamos también ¿cómo planteamos la discusión sobre lo público? Parece diferente la situación de cancelación del DNS a la de retiro de la cuenta de Facebook, ¿sería el primero la negación en la prestación de un servicio público, en tanto que el segundo una cancelación de membrecía a un club?
Finalmente, como mujeres, no podemos dejar pasar la polémica que orbita este caso por cuenta de las acusaciones que por violación a dos mujeres en Suecia tienen a Assange a un paso de la cárcel. El tema es complicado y deja un sabor amargo en la boca difícil de definir, pero que Naomi Wolf, el 13 de diciembre en el Huffington Post, acalara para nuestro beneficio, diciendo que la presión y atención judicial y diplomática que este caso ha recibido, son un irrespeto frente a la impunidad campante que es común en miles de casos de violaciones a mujeres en contextos asociados tanto a situaciones de guerra como a simple abuso familiar. La persecución y el arresto de Assange tiene todos los ingredientes necesarios para construir una cortina de humo y esto ofende no sólo a quienes respetamos la justicia como una herramienta que debe ser ejercida con igualdad y honestidad, y no como un pretexto descarado a favor de un gobierno que busca cobertura a prácticas inaceptables en sociedades democráticas, sino también a aquellos que todos los días trabajan para que la justicia llegue a cada uno de sus casos, no porque sea más especial que otro, simplemente, por que la justicia debe ser para todos.
Fuente: ElEspectador.com y Karisma.org.co
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