La privacidad, en alerta roja

\"\"Por Ariel Torres | LA NACION

¿Qué sabe nuestro celular sobre nosotros? Prácticamente todo. Un teléfono de gama baja, para nada inteligente, radia la ubicación del usuario todo el tiempo. Esto no es nuevo, es la forma en que los celulares operan desde siempre. Es decir, comunicándose con celdas, con las antenas que tienen cerca. Y viceversa. Son radios, no teléfonos. Hay una sola forma de que esto no quede registrado: apagarlo.

Cuando hablamos del iPhone, del Galaxy SII o de cualquiera de los smartphones más avanzados, el asunto de la privacidad se pone al rojo vivo. No sólo el equipo sabe dónde estamos porque debe comunicarse con las celdas, sino que además tienen integrado un receptor GPS. Así que el teléfono sabe y puede comunicar a terceros nuestra posición en el planeta (haya o no cobertura celular, los satélites están siempre ahí) con un error de 50 metros o menos.

Pero ¿comunicarla a terceros? Claro que sí, es lo que hacemos cuando usamos los mapas de Google, Facebook, Twitter y FourSquare. ¿Puede desactivarse? Sí, claro, y también es posible configurar las redes sociales para que no usen la geolocalización. Pero hay más en un smartphone de última generación.

Para empezar, como todo teléfono, tiene un micrófono. Más una o dos cámaras. ¿Suena conocido? Por supuesto, es el espía perfecto. Con un adicional, somos nosotros quienes optamos por llevarlo todo el día en el bolsillo. No, los smartphones no vienen de fábrica con un software que les permita a terceros activar la cámara y el micrófono de forma remota. Pero todo lo que hace falta es un poco de software. No hay que plantar el micrófono ni instalar la cámara, sólo hay que colar un programa malicioso en el equipo.

El abanico se completa con el Wi-Fi y el Bluetooth, dos formas de conectar dispositivos en red sin usar cables. Llevamos en nuestros teléfonos buena parte de nuestra vida digital: mails, mensajes de texto, música, libros, contactos, las noticias que vemos, registros de geolocalización y contraseñas. A la vez, dejamos sus conexiones de red activas en todo momento. No es que esto sea suficiente para que alguien husmee en nuestros contenidos, pero poco falta.

¿Contramedidas? Tomar conciencia de que un celular es en realidad una radio; y un smartphone, una PC de bolsillo con capacidad de geolocalización y conectividad inalámbrica. Ante la duda, alcanza con apagarlo. O desactivar las funciones más sensibles. Esto, además, ahorra batería.

Fuente: La Nación

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