LA VIGILANCIA EN LA ERA DE LAS REDES SOCIALES A TRAVES DE NAIEF YEHYA
El ensayista mexicano sostiene que en época de controles indiscriminados, el concepto de intimidad ha desaparecido y que las fantasías conspirativas dejaron de serlo. Los inquietantes casos de Julian Assange y Edward Snowden.
Ingeniero industrial, periodista y crítico cultural, Naief Yehya nació en el Distrito Federal mexicano en 1963. Escribe en los diarios La Jornada y Milenio, y en las revistas Letras Libres y Art Nexus. Publicó, entre otros libros, «El cuerpo transformado» y «Tecnocultura, el espacio íntimo transformado en tiempos de paz y guerra».
Esta es la conversación que sostuvo desde Brooklyn a través de Internet.
– (Gilles) Deleuze habló del paso de la sociedad de la vigilancia a la del control. ¿Podría hablarse ahora de un hipercontrol?
– Definitivamente. Desde los «80, con la proliferación de cámaras en los espacios públicos en diversas ciudades occidentales, se comenzó a hablar del fin de la noción de privacía. Hoy, la vigilancia que ejerce el Estado así como las corporaciones y diversas organizaciones de seguridad e información, hace ver como ingenuas a aquellas cámaras que espían nuestros movimientos en las calles. La vigilancia es total.
Hemos aceptado sacrificar cualquier noción de privacía e intimidad en pos de la comodidad y la eficiencia. Desde mi punto de vista, la diferencia entre el control y el hipercontrol radicaría en nuestra complicidad con quienes nos observan y manipulan. No basta con saber lo que hacemos, con analizar nuestras relaciones, gustos, intereses y preocupaciones; es necesario tener nuestras confesiones y revelaciones, nuestra total aceptación.
DOS GRANDES ESPIAS
– Julian Assange y Edward Snowden, ¿representan figuras emblemáticas de estos tiempos?
– Sí, creo que Assange, Snowden y Bradley Manning (principal informante de Assange) son figuras emblemáticas de nuestra era. Son personajes trágicos, con un talento privilegiado para relacionarse con las computadoras y un deseo de enmendar o por lo menos denunciar lo que percibían como sistemas autoritarios de control, desinformación y opresión.
Assange ideó un recurso formidable para crear un foro dedicado a la transparencia política y económica planetaria. La intención era abrir un espacio libre donde se pudieran hacer denuncias sin que el filtrador de la información corriera peligro de ser apresado. Lamentablemente, él comenzó a volverse más importante que esa ágora extrajudicial, además de que parece haber sido víctima de su vanidad y paranoia.
Snowden podría haber tenido una revelación que lo llevó a sacrificar su estilo de vida y bienes materiales. Y Manning, en una situación muy diferente (vivía atormentado por su condición de distrofia sexual y el abuso de que era objeto en el Ejército), no pudo traicionar a su conciencia y vio la necesidad de informar al mundo acerca de los crímenes llevados a cabo por los Estados Unidos en Medio Oriente y la mecánica de las relaciones internacionales a través de cables secretos.
Los aportes de los tres son invaluables en una era en que los medios están narcotizados, corporativizados y domesticados. Sin embargo, los tres representan también a una especie de «luchador social» desideologizado, que contempla las cosas desde una pantalla e interpreta el funcionamiento del mundo real a partir de su conocimiento y experiencia en el mundo digital.
EL CASO KENNEDY
– Ha aparecido un nuevo video del asesinato de John Fitzgerald Kennedy. ¿Cómo entender esa «desaparición» por casi cincuenta años?
– Por lo que entiendo es un collage con material conocido y otro apenas descubierto. Hasta donde sé no hay nuevas revelaciones sobre el asesinato. Para muchos esta es la piedra de toque de todo el aparato de seguridad y espionaje del gobierno de los Estados Unidos. Para otros siempre será un caso resuelto.
– ¿Cómo pensar el «consentimiento» en hacer público todo lo privado?
– Vivimos una situación extrañísima, donde el individuo tiene enorme poder para expresarse en foros públicos, y con ese privilegio vienen peligros y situaciones sin precedentes. Hoy tenemos que contender con un gigantesco acervo de imágenes transgresoras que rompen los cánones tradicionales, desde los videos de ejecuciones jihadistas hasta los de violaciones escolares.
Todos somos parte de este show estrambótico, grotesco, interactivo que acecha desde las pantallas y que nunca termina. Estas representaciones vienen a complicar nuestra relación con los medios digitales y establecen extraños precedentes para el entretenimiento de un público casi imposible de estremecer, sorprender o divertir.
– Privado no es sinónimo de íntimo. ¿Cómo pensar la intimidad en la era de las redes sociales?
– La privacidad es una ilusión desde el momento en que Amazon y Google saben más de nosotros que nuestras parejas y nuestros amigos. Queda imaginar que mientras no existan sistemas capaces de organizar todo ese conocimiento disperso, aún podemos pensar en dominios de intimidad. Pero como demostró Snowden, la tarea de optimizar nuestra vigilancia no es una fantasía conspiratoria y lo que debería preocuparnos es que veo a muy pocos convencidos de que es necesario resistir.
Fuente: La Prensa