Padres y profesores han visto como en los últimos años se tienen que enfrentar a nuevas formas de acoso a los menores, muchas de ellas definidas con difíciles anglicismos terminados en «ing» y que esconden comportamientos desconocidos hasta ahora pero que pueden poner en grave riesgo al menor.
Pilar Quirós, doctora en Educación de la UNED, dirige un curso de verano que tiene como objetivo prevenir el «bullying», el ciberacoso, el «grooming» o el «morphing».
Actitudes que, además, «si no se cortan de raíz se permite al niño que empieza a acosar a edades tempranas que comprenda la importancia de dominar violentamente sus iguales y puede ser el germen del mobbing en el trabajo o de la violencia de género».
– ¿Cuáles son los objetivos de este curso?
–Lo que se pretende es prevenir las manifestaciones emergentes de riesgo social que hay y que ahora toman unas nuevas formas que en muchos casos se denominan a través de estos anglicismos. Hay que distinguir entre el «bullying» que es el acoso sistemático, mantenido en el tiempo, silenciado y soterrado, entre estudiantes y que tiene lugar siempre en el centro escolar. Es un acoso muy ideado, que necesita de la ayuda de un grupo de personas encubridoras, un ideólogo y un ejecutor. Cuando el «bullying» se da a conocer por medios telemáticos pasa a ser «ciberbullying». Lo mismo ocurre con el acoso fuera el centro educativo, que cuando se produce a través de la red pasa a ser ciberacoso. El «grooming» es otra de las manifestaciones, en este caso por vías telemáticas, que consiste en captar imágenes cada vez más atrevidas de la víctima y utilizarlas después como método para presionar al menor y conseguir de él lo que se quiera, incluso de carácter sexual. Por último está el «morphing» que consiste en crear imágenes deformadas de una imagen real. Por ejemplo, añadiendo a una imagen de contenido sexual con el cuerpo desnudo de una persona la cara de otra.
–¿Qué medidas hay que adoptar para prevenir este tipo de situaciones?
–Lo primero que hay que hacer es asumir que los niños y los jóvenes tienen una formación superior a las generaciones más mayores en cuanto al dominio de los medios informáticos. Esto origina una brecha digital entre los «inmigrantes digitales», que seríamos los adultos, y los nativos digitales, que serían los jóvenes. Asumiendo esto, lo que hay que hacer es ponerse en manos de profesionales. Solo así, los padres, los educadores o los adultos que estén al cargo de estos menores podrán conocer la gravedad de las situaciones que pueden estar ocurriendo en su casa a través del ordenador. Lo segundo es que el riesgo social telemático se puede prevenir si el menor no tiene acceso a una «web cam» o a un teléfono o cualquier otro medio telemático que le permita captar imágenes. En tercer lugar, hay que enseñar a los menores a defenderse de las aplicaciones informáticas y esa defensa pasa por no dar datos personales nunca en la red (creando un seudónimo, por ejemplo); no subir jamas imágenes y no permitir que nadie las suba, y, por último, dar siempre la misma contraseña y que esta sea conocida en la familia por si tiene el menor algún problema que puedan utilizarla. Una cuestión muy obvia, que podría ser el punto de partida, es que los padres deben tener acceso siempre al lugar en el que haya una herramienta que capta la imagen. Por ejemplo, si hay en casa un ordenador con «web-cam», lo idóneo es que se encuentre en un lugar común frecuentado por toda la familia.
–¿Es posible que los adultos no tengamos una percepción adecuada de los riesgos que pueden entrañar las nuevas tecnologías?
–Totalmente. Las personas más mayores, aquellos que han nacido antes de los 90 y cuya profesión no guarda relación con los medios informáticos, desconocen totalmente los riesgos que entraña la red para los menores y ni se lo pueden imaginar. Ellos están tan tranquilos si una tarde de sábado o una noche de viernes sus hijos están en su habitación encerrados con el ordenador por que creen que nadie les va a atacar. Efectivamente, nadie lo va a hacer físicamente pero telemática pueden sufrir un daño muy grave.
–¿Cuáles son las consecuencias de este tipo de acoso en los menores?
–Lo primero que hacen es que pierden su autoestima porque se sienten culpables de algo que ellos, en verdad, no han originado. Son las víctimas pero se sienten el desencadenante. Después empiezan a manifestar comportamientos raros y extremos: O comen mucho o no comen nada, o duermen mucho o apenas pueden conciliar el sueño, o se aíslan o necesitan estar siempre rodeados de su familia. Luego cambian sus hábitos de comportamientos, se cierran en sí mismos y dejan de comunicarse para que nadie sepa lo que está pasando. Esto va aumentando en gravedad hasta que aparecen las enfermedades psicosomáticas. Empiezan a no poder controlar sus esfínteres, tienen enuresis, se orinan en cama. Finalmente se autolesionan y en algunos casos incluso se ha llegado al suicidio.
–Hay casos de «grooming» en el que el acoso no ha sido sólo telemático, sino que incluso llegaron a contactar físicamente con el menor…
–Es que el «grooming» lo que intenta es obtener imágenes sexuales cada vez más intensas para, a través de ellas, coaccionar al menor y conseguir encuentros físicos con abusos sexuales. Pero no sólo abusos sexuales directos del «ciberabusón» hacia la víctima, sino que a veces los obligan a prostituirse por miedo a que sus padres no se enteren de este comportamiento a través de la red. Lo importante es prevenir todas estas realidades antes de que tomen cuerpo y prevenirlas significa estar muy atento a lo que hacen los menores delante de este tipo de medios y ante la menor sospecha acudir a un especialista ya que desgraciadamente muchos padres no pueden atajar ellos solos.
Fuente: Faro de Vigo
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Diariamente veo que los padres no tienen una noción del peligro que sus hijos tienen al chatear o usar las redes, como tampoco tienen idea de qué edad deben tener para participar en sitios como Facebook. Subestiman, y tarde lloran.
Me ha sucedido de escuchar padres decir: «pero mi nene chatea con sus amiguitos», y al preguntarles quiénes son esos amiguitos, no sabían que responder. No niego que los chicos usan Internet para charlar o compartir con amigos, pero ¿hasta dónde podemos estar seguros que del otro lado está un amigo y no un pedófilo?. -
Sol, lo que decis es tal cual. Es un hecho de la realidad. Los padres no tienen opción. Deben conocer la vida digital de sus hijos y para ello, capacitarse en esta nueva «dimensión» para hablar con mayor conocimiento de causa, pues el sentido común es muy útil pero en estos casos no basta. Deben conocer la tecnología, las nuevas herramientas de comunicación y, sobre todo, los riesgos invisibles. Gracias por el aporte. Saludos.