Como parte de una serie de la BBC Mundo por los 20 años de la web, Jo Wade ha estado investigando el precio que debemos pagar por la información gratis.
«Dedos dormidos», «ceniceros de cerámica», «depresión y baja laboral», «perro que se mea en todas partes», «comidas que hay que evitar cuando se está embarazada», «miedo de que la esposa sea infiel», «como suicidarse con gas natural.»
Estas son algunas de las búsquedas eclécticas y a veces alarmantes hechas por los usuarios del portal AOL, quienes creían que estaban utilizando sus computadoras en privado.
En mayo de 2006, AOL publicó un archivo que contenía todas las búsquedas realizadas por 658.000 de sus usuarios en los tres últimos meses. Era parte de una proyecto de investigación y cada usuario fue identificado sólo con un código numérico para proteger su identidad.
Pero a un periodista del New York Times le intrigó el valor potencial que esta información podía tener para los gobiernos o corporaciones.
¿Eran estas búsquedas anónimas tan personales que podían revelar la identidad del autor? David Gallagher se convirtió en detective para tratar de averiguar la respuesta.
Cuán público es lo privado
Tras unas pocas horas de trabajo y valiéndose solamente de esos términos de búsqueda y un directorio telefónico, logró identificar a uno de los supuestamente anónimos usuarios.
Se trataba de una mujer de 62 años llamada Thelma Arnold de Atlanta, Georgia, quien, es de entender, estaba bastante enfadada y estupefacta al darse cuenta de que era tan fácil que su vida privada se tornara pública.
Esta historia ilustra como, sin querer, nos hemos convertido en cómplices en un acuerdo que esta cambiando nuestro mundo. Veinte años después de su creación, la web parece ofrecernos un acceso gratis sin precedentes del conocimiento y el entretenimiento.
No obstante, este regalo tiene un precio y al final alguien tiene que pagar.
Trate de recordar los términos de búsqueda que ha utilizado en la última semana. Probablemente se le han olvidado muchos de ellos.
Pero como demuestra la historia de AOL, son estos detalles los que, cuando se unen, pueden ofrecer un retrato sorprendente de quienes somos.
Si esa información se hace pública, de accidental o intencionadamente, de repente nos sentimos muy expuestos y vulnerables.
Sin darnos cuenta.
¿Cuánto se le paga a la gente para que publique sus diarios? ¿Cuántos están dispuestos a permitir que libremente se divulguen sus creencias religiosas, inclinaciones políticas, preferencias sexuales, o el nombre del colegio a donde van sus hijos?
Lo que muchos de nosotros no nos damos cuenta es que estamos ofreciendo gratis este tipo de información a sitios de la red que utilizamos todos los días. Y lo más importante es que lo estamos haciendo a gran escala.
En esta era digital, donde gastamos aproximadamente miles de millones de dólares al año en productos y servicios por internet, nos preocupamos sobre el robo de datos y seguridad de la red.
Sin embargo, hay un asunto más amplio e importante: cómo damos información sobre nosotros mismos todas las veces que nos conectamos y cómo esta información es utilizada por las poderosas compañías que marcan la pauta en la web.
Usted es un productoTodos los días se realizan millones de búsquedas gratis en Google. Todos lo meses pasamos millones de horas gratis en Facebooky leemos gratis millones de artículos de diarios.
Usted no está sólo siendo observado, usted está siendo comercializado
Pero mírenlo desde el otro punto de vista.
Todos los días Google recoge millones de términos de búsqueda que no sólo le ayuda a pulir su sistema de búsqueda sino también su estrategia de marketing para dirigirlo con precisión y aprovecharlo por muchos meses.
Todas las semanas Facebook recibe millones de actualizaciones altamente personales que se guardan para siempre y van formando una base de datos para generar ganancias por medio de la publicidad personalizada.
Todos los meses diarios gratuitos instalan y rastrean galletas (conocidas como cookies en inglés) en su computadora que les dicen cuáles son sus intereses y les permite modificar sus anuncios, y en el futuro, incluso su contenido en torno a sus gustos.
Por lo tanto, usted no está sólo siendo observado, usted está siendo comercializado. La moneda de cambio ha cambiado. La moneda es ahora información, su información. Las empresas pueden utilizar esa información para generar muchas ganancias. A diario facilitamos minutas de nuestra vida a cambio de una red gratis. Ha sido un cambio lento e incluso imperceptible en nuestra cultura y la manera en que valoramos nuestra privacidad. Pocos de nosotros somos conscientes de las implicaciones de estos cambios, y pocos nos preguntamos si ésta es una transacción comercial que vale la pena.
Fuente: BBC Mundo
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Bastante de acuerdo, estimado profesor.
Hemos pasado a una nueva etapa en el antiquisimo negocio de la recopilacion de informacion.
Ya conocemos los forwards para captar cantidades de emails, las mediciones de rating…no hacemos mas que adaptarnos a las tecnologías que avanzan increiblemente rapido en pos del consumismo.
Imaginate qué pasaría si avanzara tan rapido la medicina, o la alimentacion y ecología sanos y sustentables, la investigacion energetica, los nuevos medios educativos…
Como no podemos evitar ser consumidores, estaría bueno que nos volquemos a producir para mejorar nuestra vida y la de otros.
«Prosumidores!» como dice Alvin Toffler en «La Tercera Ola» (recomiendo el libro si no lo has leido ya).Un abrazo desde Cordoba y te invito a pasar por el nuevo blog que abrí sobre derecho y dolores de cabeza 🙂